¿EXAGERADO PENSAR EN UN PRÓXIMO COLAPSO ECONÓMICO?

Veamos, algo se considera exagerado cuando se contempla o considera de una forma desproporcionada respecto a cómo se presenta en “la realidad”. Por ejemplo, si yo afirmo que un edificio mide 200 m de altura cuando “en realidad” mide 100 m, estoy exagerando la altura de ese edificio. Entonces, para afirmar que se está exagerando alguna aseveración se tendría que contrastar con la realidad para verificarlo, ¿no es así? Bien, entonces, ¿en qué nos basamos los que afirmamos que está por colapsar el actual sistema económico mundial?  Bueno, sin necesidad de asumir análisis complejos ni complicadas fórmulas, basémonos en tres “realidades” concretas y “verificables”:

 

1)      Crecimiento exponencial de la emisión del dinero fiduciario

2)      Envejecimiento general de la población económicamente activa

3)      Bajos niveles de ahorro a nivel mundial y altos niveles de deuda.

 

 A reserva de que, en subsecuentes publicaciones vayamos considerando con mayor detenimiento cada una de estas realidades – tristes – sobre la que se sustenta la economía mundial actual, contemplemos genéricamente cada una de ellas para entender de entrada su impacto – también genérico – sobre la situación actual.

En primer lugar, el crecimiento exponencial de la emisión de dinero. Pongámoslo simple, ¿qué sucede si, como “sector real” de la economía se produce en bienes y servicios prácticamente lo mismo que lo que se producía hace 8 años, pero con una base monetaria mayor, digamos que aproximadamente un 300% mayor? Es decir, si en 2008 se produjeron 100 dólares en bienes y servicios y había en la economía en circulación 100 dólares, nos encontrábamos en equilibrio (bajo el supuesto de inflación y tasas de interés de 0%) pero, si en 2016 se producen 120 dólares en bienes y servicios, pero en la economía hay disponibles 360 dólares en billetes y monedas entonces se genera un serio problema de pérdida del valor del dinero en términos de poder adquisitivo.

Entonces, si ni todo lo que se produce en bienes y servicios en el mundo, ni todo el oro y la plata del mundo juntos pueden respaldar la cantidad nominal de dinero que circula en la economía estamos frente a un serio problema que tarde o temprano se convertirá en una completa “insolvencia financiera” para poder cubrir los montos de dinero que se convirtieron en deuda o en “apuesta” a través del mercado de derivados. Es decir, no es que no haya “con qué pagar” (dinero) lo que se debe y con lo que se ha especulado, el problema es que, con lo que se pretende pagar (dinero) prácticamente no vale nada, ni siquiera el valor del papel o del metal con el que están hechos.

En segundo lugar, el envejecimiento de la población económicamente activa implica, a nivel mundial, que los costos en términos de seguridad social se van a incrementar enormemente. Los tratamientos médicos y las pensiones van a escasear considerablemente ante el creciente e implacable crecimiento en su demanda; obviamente, sin el correspondiente crecimiento en su oferta. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 2015 y 2050, la proporción de la población mundial con más de 60 años de edad pasará de 900 millones hasta 2000 millones, lo que representa un aumento del 12% al 22%.

 

El envejecimiento de la población es más rápido en la actualidad que en años precedentes. Para poner un ejemplo: Francia dispuso de casi 150 años para adaptarse a un incremento del 10% al 20% en la proporción de la población mayor de 60 años, mientras que países como Brasil, China y la India deberán hacerlo en poco más de 20 años. La realidad es contundente: en un sistema económico en el que cada vez menos jóvenes en proporción tendrán que aportar para cada vez más viejos, la presión económica que eso representa implica un factor que agregar al colapso económico que anticipamos máxime si se considera en el entorno de una economía en recesión.

 

Finalmente, el tema del ahorro y la deuda. La deuda mundial rebasa actualmente los 200 billones de dólares (de acuerdo con Global McKinsey), esto es, casi 60 billones más que la que prevalecía en 2007, antes de la crisis hipotecaria. El endeudamiento en manos de los ciudadanos, empresas y gobiernos se elevó al 286% del PIB mundial; es decir que lo que se debe es el equivalente a casi tres años de producción mundial lo que implica, en otras palabras, que, para poder cubrir el monto de la deuda actual, tendríamos que trabajar durante tres años sin consumir absolutamente nada de lo que producimos durante ese periodo de tiempo. Obviamente se trata de una comparación para darnos una idea de la magnitud del problema, no se sugiere como una medida para solucionarlo.  

 

La deuda, lejos de reducirse como esperaban quienes promovieron las políticas de austeridad y recortes presupuestales, aumentó. Más que reducir su deuda, las principales economías están hoy mucho más endeudadas que antes de la crisis y esto genera nuevas amenazas para la estabilidad financiera dado que podría socavar el crecimiento mundial y llevar al mundo a la quiebra. La deuda desempeña un rol crucial en los ciclos de auge y caída y una deuda muy elevada en condiciones de estancamiento económico aumenta las fluctuaciones y las vulnerabilidades de la economía. La deuda se financia con ahorro y producción y, ambos, se encuentran en niveles bajos desde hace ocho años lo que nos lleva a considerar que “en realidad” no se cuentan con opciones eficaces que nos permitan anticipar una posible solución a este serio problema. Ni que decir que, el nivel de deuda en el que nos encontramos, genera un caldo de cultivo para futuras burbujas financieras que harán palidecer a la que reventó en el todavía reciente 2008.

 

Así que, ¿es exagerado vaticinar un colapso financiero en el corto plazo? ¿No será más bien que nos rehusamos a reconocer lo que, en el fondo, no sabemos cómo resolver “en realidad”? 

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