SEGUNDO PRINCIPIO: ¡AHORRA!

El dinero que ganas lo puedes destinar al consumo o a la inversión. Si se destina al consumo, tu dinero no volverá, si lo destinas a la inversión, las posibilidades de que regrese incrementado son elevadas. Pongamos un ejemplo: si compras un auto para tu uso personal, implicará gastos y perderá su valor de mercado con el tiempo; más, si compras un auto para rentarlo o para convertirlo en taxi, tu compra se convierte en inversión que te dará un “rendimiento” positivo en el que, al final de la vida útil del carro, habrás obtenido el monto que pagaste por él más una cantidad de dinero adicional. En definitiva, consumir saca dinero de tu bolsillo, invertir, con el tiempo, meterá dinero a tu bolsillo. La idea es que logres invertir lo suficiente en diversos activos que te generen dinero con el tiempo independientemente de tu trabajo. Se trata de lograr que tu dinero trabaje para ti para que algún día puedas dejar de trabajar por el dinero.

 

Y, para poder invertir, necesitas ahorrar y, para poder hacerlo, necesitas sacrificar una parte de tu consumo actual para crear un fondo que se acumulará con el tiempo y te permitirá invertir. Ahora bien, si te encuentras actualmente con deudas, no sólo vas a reducir tu consumo presente para poder ahorrar, sino que vas a reducirlo también para poder liquidar tus deudas en el menor plazo de tiempo posible. George Samuel Clason recomienda en su libro El Hombre Más Rico de Babilonia, que destines al menos el 10% de tus ingresos actuales a ahorrar y el 20% a pagar tus deudas. Es decir, necesitarás ajustar tu estilo de vida por un tiempo para que consumas el 70% de tus ingresos mientras que destinas el 20% a liquidar tus deudas y el 10% restante a ahorrar.

 

Suena desafiante y lo es, pues exige disciplina y renuncia a consumir lo que, sin ser necesario, nos reporta algún tipo de gratificación inmediata. Y para ello es importante tener en cuenta que se trata de un sacrificio temporal pues, una vez que liquidamos nuestras deudas y comenzamos a invertir, podremos ir aumentando nuestra experiencia de consumo en la medida en que vayamos generando ingresos que no dependan de nuestro trabajo. Sin duda, valen la pena el esfuerzo y el sacrificio.

Procede a continuación hacer una observación importante: es fundamental que lo que ahorres lo hagas en oro y no en la moneda que circule en tu país. ¿Por qué? Bueno, considerémoslo con mayor detalle. Desde 2001, la demanda de inversión de oro en todo el mundo ha crecido, en promedio, un 15% por año. Esto se debe en parte a la llegada de nuevas formas de acceder al mercado, como los fondos cotizados en bolsa (ETF, por sus siglas en inglés) con respaldo de oro físico, así como también por la expansión de la clase media en Asia y un enfoque renovado en la gestión eficaz del riesgo debido a la crisis financiera de 2008 en los Estados Unidos y Europa.

 

Hoy en día, el oro es más relevante que nunca para los inversionistas institucionales. Si bien los bancos centrales de los mercados desarrollados se están movilizando para normalizar las políticas monetarias, lo que lleva a tasas de interés más altas, los inversionistas aún pueden sentir los efectos de la flexibilización cuantitativa y el período prolongado de bajas tasas de interés en los próximos años. En otras palabras, pagaremos caras las consecuencias de que los bancos centrales de los principales países del mundo hayan fabricado dinero “de juguete” (al no estar respaldado ni por metales preciosos ni por producción nacional) en cantidades exorbitantes para rescatar a los banqueros y empobrecer a la clase media. Y, ¿cuales serán las consecuencias de ello? Bueno, primero una deflación que, irónicamente será reflejo de la falta de liquidez, luego una recesión, más adelante un colapso financiero global y finalmente una hiperinflación. ¡Grave! ¿No es así? Pues bien, el oro protegerá el poder adquisitivo de quienes lo acumulen cuando las cosas se pongan mal en términos económicos.

 

Es por esto por lo que los inversionistas institucionales han adoptado alternativas a los activos financieros tradicionales, como las acciones de empresas y los bonos corporativos y gubernamentales. La participación de los activos no tradicionales entre los fondos de pensiones mundiales ha aumentado del 15% en 2007 al 25% en 2017. Y en los Estados Unidos esta cifra se acerca al 30%.  Muchos se sienten atraídos por el papel del oro como diversificador debido a su baja correlación con la mayoría de los activos financieros principales, y como cobertura contra el riesgo sistémico y fuertes retrocesos del mercado de valores. Algunos lo utilizan como almacén de valor y como cobertura de inflación y devaluación de la moneda en su país.

 

Como un activo estratégico, el oro ha mejorado históricamente los rendimientos ajustados al riesgo de las carteras, ofreciendo rendimientos al mismo tiempo que reduce las pérdidas y proporciona liquidez para cumplir con los pasivos en tiempos de tensión del mercado. El oro no sólo es útil en periodos de mayor incertidumbre. Su precio ha aumentado en un promedio del 10% anual desde 1971, cuando el oro comenzó a comercializarse libremente tras el colapso de Bretton Woods. Y los rendimientos a largo plazo del oro han sido comparables a las acciones y superiores a los bonos o materias primas en el mismo intervalo de tiempo.

 

Hay una buena razón detrás del rendimiento del precio del oro: se negocia en un mercado grande y líquido, y se trata de un bien escaso. La producción minera ha aumentado en un promedio de 1.4% por año durante los últimos 20 años. Al mismo tiempo, los consumidores, los inversionistas y los bancos centrales han contribuido a una mayor demanda del metal precioso. Por el lado del consumidor, la participación combinada en la demanda mundial de oro de India y China aumentó de 25% a principios de los años noventa a más del 50% en los últimos años. Por si fuera poco, el precio del oro ha sido artificialmente manipulado para mantenerse por abajo de su valor real de mercado por lo que nos encontramos en un buen momento para adquirirlo, digamos que a precio de ganga antes de que sea inevitable que alcance su valor real que es muy superior al que se comercializa hoy en día. El experto en ciclos económicos, Harry Dent, pronostica que, una vez que el oro alcance o rebase el precio de 1,428 usd la onza, su precio comenzará a caer hasta los 700 usd la onza para reiniciar un incremento sostenido a partir del 2022 que no se detendrá hasta el 2039.

 

En resumen, el segundo principio nos indica que hay que ajustar nuestro nivel de vida a un 70% de lo que ingresamos para destinar un 20% al pago de nuestras deudas y el restante 10% a ahorrar, de preferencia, en oro. Con el ahorro acumulado, podremos invertir más adelante en negocios, bienes raíces y activos financieros que nos generen ingresos pasivos de por vida que no requieran de nuestro trabajo para generarse. 

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