La primera acción que conviene realizar es la del auto análisis respecto a lo que nos estamos diciendo real e interiormente respecto al dinero. Para ello responde con sinceridad a las siguientes preguntas:
¿Qué tan competente me considero respecto a la posibilidad de aprender a invertir mi dinero?
¿Qué tan dispuesto estoy realmente a ahorrar lo más que se pueda y consumir lo menos que se pueda? ¿Por qué razón? ¿Se trata de una razón válida o de mera conveniencia?
El miedo a cometer errores financieros, ¿me paraliza al grado de impedirme tomar decisiones importantes y aprovechar oportunidades de inversión?
¿Tengo la disposición necesaria par aprender lo básico sobre cómo invertir para mejorar mi posición financiera en el mediano plazo? Si no la tengo, ¿por qué?
¿Tiendo a posponer hacer una planeación financiera personal?
Estas preguntas nos sitúan sobre las principales barreras internas que se suelen oponer a nuestro desarrollo financiero y que explotan muy bien las instituciones financieras (no todas, aunque sí la mayoría) que nos ofrecen hacerse cargo de dicho desarrollo sin que suceda así en realidad.
La cobardía y la desidia suelen propiciar el fracaso en la vida de las personas y el tema financiero no es la excepción, lo cual es una pena pues, con el conocimiento y tecnología disponibles cualquiera se puede hacer cargo de su dinero y ponerlo a trabajar de manera sencilla y efectiva a la vez.
Sigamos, pues, profundizando en lo que implica y se requiere para poder lograrlo comenzando por un cambio de mentalidad y continuando, paulatinamente, con un cambio en nuestros hábitos financieros que, una vez consolidados, nos permitirán lograr la libertad financiera en nuestras vidas.
Primero lo Primero: Establecimiento de Metas
Las metas tienen que ser claras para poder aspirar a alcanzarlas. Y el tema financiero no es la excepción. Nuestra mente necesita poder dimensionar de forma medible la naturaleza de la meta para poder identificar el proceso o estrategia que la hará posible, así como el parámetro de referencia de que la ha alcanzado. Y, en el caso de las metas financieras tan importante es poder visualizarlas como el poder determinar su monto en dinero y tiempo que se requiere para poderlas llevar a cabo.
Además, las metas deben plantearse en tres categorías de tiempo: corto plazo (1 año), mediano plazo (5 años) y largo plazo (10 años). Así, pues, es fundamental tener claro qué es lo que queremos y cuánto dinero necesitamos para hacerlo realidad. La planeación financiera es el mapa de ruta que se requiere para dar los pasos precisos que hay que dar para completar las tareas, etapas y finalmente, el proceso que hará posible nuestras metas.
También importa establecer las metas financieras porque se requiere poder determinar el monto que se precisa ganar y el que hay que ahorrar cada cierto intervalo de tiempo, así como concretar los instrumentos de inversión que acelerarán la velocidad del proceso con el que lo conseguiremos.
Ciertamente suelen ser aspectos (todos ellos) que suelen incomodar no sólo por la disciplina y constancia que exigen para su cumplimiento, sino también por la carga emocional negativa que suele acompañar a la incertidumbre sobre la posibilidad de lograrlo o no. La mayoría opta por no plantearse metas (de ningún tipo) por la exigencia que puedan implicar, el conocimiento que pueden exigir, así como el temor a que no se puedan alcanzar a pesar del esfuerzo y la preparación realizados.
Pero es necesario. Así como no es admisible improvisar en la salud ni en las relaciones para mantener el compromiso vigente, tampoco se puede improvisar en el tema del dinero pues las consecuencias pueden ser graves y contundentes con el tiempo.
Así, que, te pregunto: en el ámbito financiero, ¿qué quieres lograr en lo que resta de este año? ¿Qué quieres lograr a más tardar para el 2030? ¿Qué, para el 2035?
El primer gran paso con el compromiso definitivo con la libertad financiera en nuestras vidas es el de concretar metas y disponernos a alcanzarlas.